Aquel día, sí, ese día, parecía como los demás, gris y monótono, despectivo y frágil, lo parecía. De repente se cambió radicalmente, se hizo interesante, divertido y agradecido, se puso las alas y me llevó a lo más alto para ver la belleza del cielo.
La razón fuiste tú, porque tú estabas a mi lado, tan cerca y tan lejos a la vez, queriendo acariciar tu cabello dorado tímidamente. Ese día, en aquellas horas estando juntos, me sentí libre y relajada, por fin pude respirar tranquilamente. Me di cuenta de que aún puedo percibir aquellas sensaciones de la alegría. Mi corazón volvió a latir como antes solía hacer y contigo me hiciste simplemente feliz.
Ahora que me dejaste este recuerdo, te digo: gracias.
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